Soñando con el abuelo!
Pbro. Issaúl Zarrága de Capatárida
La mía y de todos la única que conocí se llamaba Reyita, tejedora de sombreros allá en la ciénaga de Cumarebo. Era medio evangélica y mientras tejía cantaba, la encontré luego hablando sola porque cuando ya nadie escucha igual hay que seguir hablando para que no nos lleve la corriente también a quienes tratan de ser distintos. Me contó un día del hambre que pasaron en su familia, de las pocas cosas que tenían, de lo difícil de la ausencia del abuelo que se fue primero, de aquella arepa sola mojada con el sucio de una silla vieja porque no había mas nada para comer. Luego un amigo me conto algo igual y no supe si fue verdad o la mejor excusa para que no botara la comida.
Nos dijeron que dar la palabra era cosa de honor y bastaba la palabra de uno para sellar un trato, trabajaron tanto que gracias a su esfuerzo seguro hoy nuestra familia tiene lo que tiene gracias a ellos. Creo entonces que es una locura escuchar decir a alguien no tengo tiempo para cuidar a mi viejo, no deberían de existir esas casas llamadas ancianatos donde vamos a tirar con la excusa de no tener tiempo a aquellos que han pasado la vida haciendo lo que nosotros ahora disfrutamos. Decimos para justificarnos "allí van a estar mejor" no creo que nadie este mejor mas que en su propia casa.
El abuelo Manuel es un amigo portugués casado con una pedregalera llamada Paula. Llegó a Venezuela hace ya tanto que ni se acuerda, una maleta pequeña cargada de ilusiones, vendía en caracas pan y leche en una bicicleta de los que se levantan a las cuatro de la mañana y hoy todavía ya sin bicicleta pero con la vida llena de experiencias me sigue recordando cuanto a costado llegar a tener lo poco o mucho que se posee.
Miremos dentro de la casa, siguen estando allí, no se si en el último cuarto donde la visita no se de cuenta que están, donde pasan horas y horas solos totalmente porque todos se encuentran ocupados en sus cosas es el mismo viejo que te dio la vida y del que ahora después de grande te avergüenzas, el mismo que te enseñó a hablar y ya ni la bendición escucha de ti el mismo que se parece tanto que te recuerda que terminarás igual a como lo hayas tratado.
"Cuando llegue a viejo quiero hacerle caso a mi mejor consejo, la vida es una sola y hay que disfrutarla hasta el último aliento, cuando llegue a viejo no quiero vivir solo de los recuerdos quiero ver al frente aprovechar mi tiempo, cuando Dios me llame para ya dejar este mundo tan terco se que no termino, a penas comienzo" (Martin Valverde)
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